Ahora, en esta etapa, deseo entregarles el primer principio. El
primer requisito, la primera condición, es ACEPTAR LA CUALIDAD SAGRADA, la
divinidad, la aceptación total de la existencia de lo divino con un corazón
abierto, si deseas conocer la verdad elemental del amor. Cuanto mayor sea la
aceptación del sexo con una mente abierta, más te liberarás de él. Cuanto mayor
sea la represión, más atado estarás a él, tal como ese granjero que se enredó
con las ropas. Cuanto más aceptes, más te liberas. ¡La aceptación total de la
vida -lo natural de la vida, lo que Dios ha dado a la vida - te llevará al
dominio más alto de la divinidad! ¡A alturas desconocidas de lo sublime! A esa
aceptación, yo la llamo teísmo. Y esa confianza en Dios es una puerta hacia la
emancipación.
Considero ateos a aquellos mandamientos que impiden que el
hombre acepte lo que es natural en la vida y en el divino plan. Oponte a esto en
la vida, suprime esto en la vida -lo natural es pecado, malo¸ lujuria, deja
esto, deja eso otro-, todo esto constituye ateísmo, tal como yo lo entiendo.
Aquellos que predican la renuncia son ateos. Acepta la vida en su forma pura y
natural, sumérgete en su plenitud. Esa plenitud te elevará poco a poco. La
mismísima aceptación eleva al hombre a aquellas serenas alturas que no imaginó
en el sexo y sus actos. Si el sexo es carbón, es seguro que vendrá el día en que
se muestre como un diamante... y ése es el primer principio.
La segunda cosa fundamental que deseo decirte es acerca de lo
que hasta ahora la civilización, la cultura y la religión del hombre ha forzado
en nuestro interior. Y eso es, la consciencia de "yo soy", el Ego. El primer
principio incita a la energía sexual a fluir hacia el amor, pero la valla del
"yo" le ha acordonado como un muro. El amor no puede fluir. El "yo" es muy
poderoso, tanto en el hombre bueno como en el malo, en lo no sagrado y en lo
sagrado. La gente mala impone el "yo" de muchas formas, pero la gente buena
también le hace propaganda a su "yo". Desean ir al paraíso, desean ser
liberados; han renunciado al mundo, han construido templos, no cometen pecados,
tienen que hacer esto, desean hacer eso otro, etcétera. Pero ese "yo", ese
indicador guía, se halla omnipresente. Y cuanto más fuerte es el ego de una
persona, más difícil le resulta unirse con alguien, porque el ego se interpone,
el "yo" aparece. Es un muro. Proclama que tú eres tú y que yo soy yo. Y es así
que la experiencia más íntima no puede acercar a las personas entre sí; los
cuerpos están muy cerca, pero las personas están separadas. Mientras haya un
"yo" en nuestro interior, la sensación del "otro" no puede ser evitada.