En estas circunstancias, ¿cómo puedes esperar que haya amor?
Aun cuando todo el mundo afirma que sí ama -madre, esposa, hijo, hermano,
hermana, amigo -todos dicen que sí aman; pero si observas la vida en su
totalidad, no verás amor en ella. Si tanta gente está llena de amor debería
haber una lluvia de amor, debería haber un jardín lleno de flores, flores y
flores. Si hubiese una lámpara de amor en cada hogar, ¿cuánta luz de amor no
debería haber en el mundo? En vez de eso, vemos una gran y brillante aura de
aversión; no hay ni un solo rayo de amor en "este lamentable estado de cosas".
Es un esnobismo el creer que el amor se halla presente en todas partes; y,
mientras permanezcamos sumergidos en esta ilusión, ni siquiera podrá iniciarse
la búsqueda de la verdad. Aquí nadie ama a nadie, y mientras el sexo natural no
sea aceptado sin reservas, no podrá haber amor. Hasta entonces, nadie podrá amar
a nadie.
Lo que deseo decir es esto: que el sexo es divino. La energía
básica y primaria del sexo tiene en sí el reflejo de Dios. Esto es evidente,
pues tiene la energía para crear una nueva vida. Y ésta es la fuerza más grande
y misteriosa. Deja de ser su enemigo. Si deseas una lluvia de amor en la vida,
renuncia al conflicto con el sexo. Acepta el sexo con alegría, reconoce su
cualidad sagrada. Recíbelo con gratitud y acéptalo más y más profundamente. Te
sorprendería el descubrir cuán sagrada se revela la lujuria sexual cuanto más le
brindas una sagrada aceptación. Y, cuanto más pecaminosa e irreverente sea tu
actitud, más feo y pecaminoso se reflejará el sexo. Cuando uno se acerca a la
esposa, debería tener una sensación sagrada, como si estuviera acudiendo a un
templo. Y cuando la esposa se acerca al marido, debiera sentirse llena de
reverencia, como si se acercara a Dios. Pues en el sexo los amantes viven el
coito, y esa etapa se halla muy cercana al templo de Dios, en donde El se
manifiesta en una creativa variedad de formas.