Sartre ha dicho algo estupendo en alguna parte: "El otro es el
infierno". Pero no explica por qué el otro es el infierno o por qué el otro es
el otro. El otro es el otro porque yo soy yo; y mientras yo sea yo, todo el
resto del mundo que me rodea será "el otro": diferente y separado, segregado,
sin afinidad entre los dos. Y mientras exista esa sensación de separación, el
amor no podrá volverse una realidad. El amor es la experiencia de unidad. La
demolición de los muros, la fusión de dos energías es la experiencia del amor.
El amor es el éxtasis en que los muros de los dos se desmoronan, en donde las
vidas se encuentran y unen. Cuando una armonía tal se da entre dos personas, la
llamo amor; si se presenta entre una persona y las masas, la llamo comunión con
Dios. Si yo y algunas otras personas nos sumergimos en una experiencia tal que
todas las barreras se derriten y tiene lugar una ósmosis en un nivel espiritual
entonces eso es amor; y, si como consecuencia de un entendimiento directo, tal
unidad se produce entre mi persona y todos, de modo que yo pierda mi identidad
en todos, entonces ocurre ese logro, entonces ocurre allí la fusión con Dios, el
Todopoderoso, el Omnisciente, la Consciencia Universal, el Supremo Sublime, o
como quiera que Lo llames.
Por tanto, afirmo que el amor es el primer paso y Dios es el
último paso: el destino final... Entonces, ¿cómo es posible olvidarme a mí
mismo? A menos que me disuelva a mí mismo, ¿cómo podría el otro unirse conmigo?
El otro es creado en reacción a mi "yo". Cuanto más alto grite acerca del "yo",
más fuerte se vuelve la existencia del "otro" - el eco del "yo" -¿Y qué es este
"yo"? ¿Alguna vez has pensado en esto con detenimiento? ¿Es tu pierna? ¿Tu ego
es acaso tu mano, tu cabeza o tu corazón? ¿Qué es y dónde está tu "yo"? La
sensación de él está allí, pero no está en ningún lugar preciso. Siéntate en
silencio por unos instantes y busca ese "yo". Te sorprenderá el descubrir que, a
pesar de una intensa búsqueda, no podrás encontrar ese "yo" en ninguna parte.
Cuanto más profundamente busques en tu interior, más te convencerás de que no
hay ningún "yo", de que no hay un ego como tal. ¡Ah! El yo no se encuentra allí
donde reside la verdad acerca del yo.