Y mi conjetura es que el hombre obtuvo el primer luminoso
vislumbre del samadhi - la contemplación no cognitiva - en la historia humana
durante la relación sexual. Sólo durante el coito el hombre se dio cuenta de que
es posible experimentar un amor tan profundo, una dicha tan luminosa. Y aquellos
que meditaron en esta verdad, en la actitud mental correcta - en este fenómemo
del sexo y la relación sexual - llegaron a la conclusión de que en los instantes
del clímax la mente se vacía de pensamientos. Todos los pensamientos se van en
esos instantes, y este vacío mental, esta vacuidad, esta nada, este
congelamiento de la mente es la causa de la lluvia de pura alegría divina.
Habiendo descifrado el secreto hasta este punto, el hombre profundizó aún más,
para saber si la mente puede ser liberada de los pensamientos; si las ondas de
pensamiento de la consciencia pueden ser aquietadas por algún otro proceso, y
obtener igualmente un éxtasis tan grandioso y puro. Y es así cómo se desarrolló
el Yoga, la meditación y la oración. El nuevo enfoque probó que, incluso sin
coito, la consciencia puede ser aquietada y los pensamientos, evaporarse. El
deleite de prodigiosas proporciones que se obtiene durante el acto sexual
también puede ser experimentado sin coito. Sin embargo, el acto del coito -
debido a la misma naturaleza del proceso - sólo puede ser momentáneo, puesto que
en él se consume el vigor, el flujo de la energía.
Así entonces, deseo decirles que el goce puro, el amor más
refinado, el solaz beatífico en que un yogi se encuentra todo el tiempo, una
pareja lo obtiene sólo por un instante; sin embargo, no existe diferencia básica
de polos u oposición entre los dos estados. Y es así que aquél que afirmó que el
vishyanand y el brahamanand -el que se deja llevar en los placeres sensuales y
aquél que se complace en Brahma -son hermanos, dijo involuntariamente una
verdad. Ambos crecen del mismo útero; la única diferencia es la altura del cielo
a la tierra.