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Sea como fuere, se dirigieron a la casa de un tercer amigo.
Ahora intentó contenerse rigurosamente a sí mismo. Las personas reprimidas son
muy peligrosas, porque en su interior hay un volcán en actividad. Externamente,
están llenos de rígidos rituales reprimidos, pero la falta de expresión se halla
profundamente herida en su interior. Y por favor recuerden que un logro forzado
no puede ser ininterrumpido y completo, debido al inmenso esfuerzo que requieren
las deliberaciones. Por fuerza deberás relajarte en algún momento. Tendrás que
descansar... ¿Por cuánto tiempo puedo mantener el puño apretado? ¿Veinticuatro
horas? Cuanto más lo apriete, más me cansaré y más pronto lo abriré. Esfuérzate
más, pon más energía, y más pronto te cansarás, y la reacción será la opuesta y
con igual rapidez. La palma puede permanecer abierta todo el tiempo, pero no
puede permanecer apretada todo el tiempo. Algo que resulta tan cansado no puede
constituir una forma natural de vida. Si lo fuerzas, necesitarás forzosamente un
lapso para descansar. Así cuanto más santo sea el adepto, más peligroso será. En
veinticuatro horas de represión -aun siguiendo las normas de las escrituras-,
tendrá que relajarse durante una hora; algún tiempo. Durante este período de
descanso, aparecerán en oleada todos los pecados del mundo, y se encontrará en
medio de un infierno.
Así que se había reprimido rigurosamente a sí mismo para no
hablar de las ropas. Imagina su estado: aun si eres una persona poco religiosa,
te podrás imaginar su condición mental. Si juraste algo alguna vez o tomaste
votos o te reprimiste por uno u otro motivo religioso, debes conocer
perfectamente bien el lamentable estado en que su mente se encontraba...
Entraron. El granjero estaba transpirando profusamente; estaba exhausto. El
amigo también estaba preocupado. El granjero estaba muy tenso y ansioso.
Pronunció con lentitud y cautela cada una de las palabras de la presentación:
"El... es... mi... amigo. Es un... viejo... amigo. Es... un hombre... muy
bueno". Titubeó por un instante. Un gran impulso surgió desde su interior que lo
arrastró consigo y dijo abruptamente, en voz alta: "¿Y las ropas?....
Perdónenme. No diré nada acerca de ellas, pues he jurado no hablar acerca de la
vestimenta".
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Del Sexo a la Superconsciencia
de Osho
ediciones Mutar
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