Debido al rechazo, la oposición, la supresión, el hombre se
halla arruinado en su interior. No podría liberarse de aquello que es la raíz de
la vida; pero debido a sus constantes conflictos internos, todo su ser se ha
vuelto neurótico. Está enfermo. Esta obvia inundación de la sexualidad en el ser
humano se debe a los mal llamados líderes y santos. Ellos son los culpables de
esto, y la posibilidad de que el amor florezca seguirá siendo nula hasta que el
hombre se libere de estos profesores, directores de escuelas, custodios,
vanguardistas y sus pseudosermones.
Recuerdo una historia. Un domingo, un pobre granjero estaba
saliendo de su casa. Al llegar a la cerca, se encontró con un amigo de la
infancia que venía a visitarlo. El granjero dijo: "¡Bienvenido! ¿Dónde has
estado durante tantos años? Entra... pero prometí ir a ver a unos amigos. Es
difícil postergar ese compromiso. Por favor descansa en mi casa. Regresaré en
una hora, más o menos. Volveré pronto y podremos conversar por largo rato". El
amigo respondió: "¡Oh, no, querido! ¿No sería mejor que fuera contigo? Mis ropas
están sucias... si sólo me pudieras dar ropa limpia, me podría cambiar e ir
contigo".
Mucho tiempo atrás, un rey le había regalado al granjero unas
vestiduras muy valiosas y las había conservado para alguna gran ocasión.
Alegremente las fue a buscar. El amigo se vistió con el precioso abrigo,
turbante, dhoti y los atractivos zapatos. Parecía un rey. Mirando a su amigo, el
granjero sintió un poco de envidia. Comparado con él, el granjero parecía un
sirviente. Pensó que había sido un error el darle sus mejores vestiduras. El
granjero se vio afectado por un complejo de inferioridad. Ahora todo el mundo
miraría al amigo y él sólo parecería ser un asistente, un sirviente. Intentó
aquietar su mente diciéndose a sí mismo que era un granjero noble, un hombre de
Dios: sólo debía pensar en Dios y en las cosas buenas. Y, después de todo, ¿qué
hay en un hermoso abrigo o un buen turbante? Sin embargo, mientras más trataba
de convencerse a sí mismo, más se obsesionaba con el abrigo y el turbante.