La minoría social
que se impone con astucia, demagogia y violencia, carece de los atributos de la
colectividad humanizada y sus actos manifiestan la arbitrariedad de la tiranía.
Esta minoría legisla a socaire de intereses particulares, aherrojando los
intereses de la sociedad, traduce el trabajo social, la riqueza de la nación, en
ganancias, intereses, diezmos y rentas agrarias. Todas las decisiones de
ganancias arbitrarias traen crisis sociales, las luchas de clases de pobres
contra ricos, del trabajo y el capital. Si no escucháis los gritos es que
vosotros dormís en palacios almenados.
El arte del buen
gobierno popular recaba la ley regular de la felicidad, la igualdad en los
intereses generales.
Para los hombres
libres y conscientes el origen de las desigualdades es evidente: la intención
política de los estamentos explotadores de hombres de perpetuar la
desorganización social de los explotados, con leyes tales como la ley de pobres,
la capitalización del precio de compra de la tierra, los arrendamientos
abusivos, los pagos monetarios de rescate de la propiedad personal y territorial
del siervo, la estratificación escolástica de poseedores de la tierra, de la
industria, de la voz de dios, y en campesinos pobres, jornaleros, pequeños
propietarios hipotecados: los desposeídos.
Basta andar algunas leguas para hallarse en los
arrabales de las ciudades, junto las casas cuarteles de los obreros, hacinadas
familias, ultrajadas por la pobreza, mutiladas por los telares mecánicos,
enfermedades crónicas que escurren por los talleres y las bocas de las minas de
carbón. Las desigualdades sociales, causadas por ricos y gobernantes ilegítimos,
son la peste de obreros y campesinos.
Para mostrar los
estragos colectivos, ahí están los obreros y campesinos famélicos de ciudades y
aldeas, los artesanos que venden sus herramientas patrimoniales, la larga
escapada emigratoria de este final de siglo de los desesperados en busca de
fortuna.
Todos los que
huyen pertenecen a la comunidad de los desposeídos y su visión del mundo
concluye en el mesianismo del tiempo histórico como progreso de la
humanidad.
Pero esta
ideología mesiánica y la huida emigratoria están forzadas por la depreciación
del salario, la falta de ocupación, el trabajo servil, las enfermedades, el
encarcelamiento de la conciencia, las legislaciones de bronce, los abusos de los
propietarios de fábricas, los cercamientos de la tierra y la apropiación de los
prados y los bosques comunales.