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Las leyes debían reformar un régimen social, que con su corporativismo empresarial, alta producción de riqueza y su distribución antagónica de clase social, reducía al individuo a una selección spenceriana; un capitalismo sin restricciones tendía a la crueldad y la opresión con la misma filiación que el feudalismo y la esclavitud. Y este capitalismo de alta crueldad social no podía tener por sucesor al capitalismo monopolista.

William Clark se escandalizaba ante el poder sin frenos del capitalismo monopolista.?Este poder inmenso, el más grande del mundo moderno, se encuentra principalmente en las manos de las corporaciones monopolistas, entre las cuales hay la misma tendencia necesaria a la agresión, sólo que mucho más acentuada que la que se encuentra entre las industrias productoras (competitivas)?.

?¿Ahora bien qué muestra el examen de los trusts?. Que, al concederse la propiedad privada sobre las materias primas, a partir de las cuales se crea una riqueza en una gigantesca escala mediante los nuevos inventos que la ciencia ha colocado en nuestras manos, el efecto último debe ser la destrucción de esa misma libertad que el Estado democrático moderno postula como su primer principio. La libertad de comercio, la libertad de intercambiar los productos, la libertad para comprar donde uno desee, la libertad para transportar las propias mercancías con las mismas tarifas y en los mismos términos que disfrutan otros, el no tener que someterse a ningún imperium in imperio: todos son con seguridad principios democráticos fundamentales. Sin embargo, mediante los monopolios se limita o se niega cada uno de ellos. De este modo el capitalismo es aparentemente inconsistente con la democracia, tal como hasta ahora se la ha entendido.

?El desarrollo del capitalismo y el de la democracia no pueden continuar sin estorbo en líneas paralelas. Más bien se pueden comparar a dos trenes que se aproximan uno al otro en diferentes direcciones y en la misma línea. Pero parece inevitable la colisión entre esas fuerzas opuestas.?

?Pues o se debe someter a los trusts o abandonar el capitalismo; en este último caso se convierte en socialista. La respuesta del socialismo al capitalismo es que la sociedad puede prescindir de él, lo mismo que la sociedad actual prescinde del propietario de esclavos o del señor feudal; y en estos dos eran considerados antes como necesarios para el bienestar o incluso para la misma existencia de la sociedad. Al organizar sus propios asuntos por sí misma, la sociedad puede emplear, con cualquier tarifa de remuneración que hiciera falta para sacar sus poderes, a los capitalistas que son los organizadores y administradores con talento. Pero no permitiríamos más a los que son meros recibidores de dividendos, exigirles una contribución, sino que deben ganarse la vida mediante una actividad útil como otras personas mejores que ellos lo tienen que hacer.

Se puede decir que la sociedad no está todavía madura para esta transformación. No están todavía perfeccionadas las formas del Estado democrático ni la evolución económica ha avanzado todavía por lo general lo suficiente, incluso en Inglaterra, para no hablar de los países europeos menos avanzados. Aún queda mucho por hacer mediante la educación del entendimiento y el desarrollo de un espíritu público más noble.

 
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La Sociedad Competitiva y el Estado Saurio de Juan de Dios Montalvo Rodríguez   La Sociedad Competitiva y el Estado Saurio
de Juan de Dios Montalvo Rodríguez

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