1.3.
Tanto los grupos fabianos, los vitalistas,
utilitarios, tolstoianos, pragmatistas, socialdemócratas, como
anarquistas explicaban, con integridad ferviente, que las actuaciones
económicas e ideológicas de las empresas monopolistas alienaban a las masas
sociales en las mercancías, destruían la autonomía crítica del individuo a favor
de grupos empresariales interesados exclusivamente en obtener ganancias a costa
de la esencia colectiva de pueblos y naciones.
Proclamaban que
las reivindicaciones de los trabajadores, influidas por la ideología mercantil,
se reducían al aumento de los salarios nominales y a la defensa darwinista del
puesto de trabajo, que las organizaciones sindicales sólo revindicaban la
negociación del mínimo de salario y la jornada laboral. Este economismo factual de los trabajadores retrasaba
su conciencia política que se teñía de actuaciones instintivas y
espontáneas. No había en ellas una comprensión de las relaciones de producción y
relaciones ideológicas. En particular, el mayor error provenía de no explicar
las causas de la explotación económica de los trabajadores. Éstas provenían de
la facultad arbitraria de hacer de la parte empresarial compradora de trabajo y
la parte salarial mayoritaria en vendedora de trabajo. No se denunciaba la
apropiación de los medios de producción por los grupos empresariales.
Este análisis de
la situación social testificaba la crítica de grupos contestatarios que urgían a
las organizaciones obreras, eminentemente dedicadas a las reivindicaciones de
salarios y jornada de trabajo, a la organización de los trabajadores en partidos
políticos que influyeran en las decisiones de Estado.
Las críticas
contra la indefensión de la sociedad contra los compradores de trabajo se daba
implícita y explicitamente, tanto en los estudiosos de los comportamientos
sociales, en las artes plásticas, en la literatura o en la investigación del
origen de la miseria material y moral de la sociedad. Aunque la cultura oficial
tapaba sus denuncias, no por esto dejaba de calar las diferencias que iban
sucediendo en las formas de reproducción social. Las contradicciones entre
formas oficiales y contenidos reales se tensaban en cualquier manifestación
social. Por ejemplo, resultaba obvia la puerilidad del paisaje romántico rural
de John Constable (1176-1837), frente al retorno crítico a lo real, en los
cuadros impresionistas, con su naturalismo técnico. La vida urbana de extremas
sensaciones ópticas que diluía el mimetismo romántico de la tranquilidad rural
frente a la vida urbana.