1.4.
Los fabianos
socialistas, al igual que las corrientes críticas de pensamiento económico
evolutivo, pretendían saltar del capitalismo competitivo a la democracia social,
destruyendo el automatismo represor del capitalismo monopolista. Se percataron
que las transformaciones en la organización de la productividad social habían
destruido el capitalismo de competencia, ya que si el capitalismo competitivo
derivaba en la concentración de la oferta de un sector industrial o comercial en
un reducido número de empresas, no había duda de que igualmente se daban las
condiciones reales de una transición a una sociedad racional, donde la propiedad
y el control de la producción pasase a unidades de centralización que
representasen los intereses generales de una sociedad democrática. Ellos
denunciaron las contradicciones irresolubles entre capital y trabajo de la
sociedad competitiva, su aniquilación por las combinaciones de empresas que
anulaban la competencia y el ciclo mercantil por el que sistematizaba la
metamorfosis de la producción, la circulación de las mercancías y su conversión
en ganancia, a través de los múltiples experimentos de prueba y error que
comportaban el egoísmo del enriquecimiento de los agentes de producción en el
laissez faire.
Pero ese mundo de
la metamorfosis competitiva estaba clausurado al final del siglo XIX. Ellos
anunciaban que, sin las acciones correctivas de los organismos públicos, el
monopolio capitalista no sólo derrumbaba el poder económico de la burguesía
competitiva, sino también la formación de una sociedad democrática
igualitaria.
El avance hacia
la sociedad democrática se daba, al par de la aparición del capitalismo
monopolista, con la ley sobre la moralidad y la salud, la ley sobre las fábricas
de algodón, que limitaba la edad en la que los niños podían trabajar en las
fábricas, el trabajo de los sábados acortado por una ley aprobada por el
político radical Sir John Cam Hobhouse, la campaña de agitación radical y
filantrópica de Mr Richard Oastler, miembro conservador del Parlamento, que
pretendía un decreto que limitara la jornada laboral diaria a diez horas, la
incapacitación de los propietarios de las fábricas de algodón para que actuasen
como jueces en los casos de infracción laboral, la ley que regulaba los
talleres, las leyes con referencia a la seguridad y la ventilación. Las
correcciones legales de la cotidianidad, desde las instituciones democráticas,
debía implantar la democracia social.