Para los utópicos
de la perfectibilidad de la naturaleza humana, de la voluntad moral de los actos
en el devenir de la historia, la justificación de los medios inhumanos para los
fines de la autoridad despótica, violenta el progreso de la historia que va
desde el primate en las jaulas de las casas de fieras hasta el individuo que
concibe el derecho soberano de elegir la libertad y la felicidad.
El lucro de una
minoría sobre la mayoría social no es sólo monetario, sino que arrebata la vida
misma de los desposeídos de toda riqueza que no sea la de su trabajo. Para los
utópicos el contenido mesiánico del socialismo es necesario, pues significa el
final de la felonía de los controladores del orden social: alguaciles,
capataces, funcionarios, gacetilleros, cualesquiera estamentos que conviertan su
actividad social en ganancias propias.
La base moral que
se eleva sobre la base industrial supone medidas de igualdad y libertad no en
abstracto, sino en el acortamiento de la jornada laboral, supresión de los
turnos intensivos en las fábricas y la minas, prohibir el trabajo de los niños
esclavos, de las madres jóvenes, el aumento de los salarios, las asociaciones de
granjeros propietarios de la tierra, libertad en reivindicar los derechos de
asociación de los trabajadores, las cajas de socorro en las huelgas, suprimir
impuestos, que, perpetúan el amancebamiento de clérigos, incitan a los
administradores del erario público a prevaricar en su loco afán de darse
patrimonios públicos, como abejas que liban en la forma heráldica de la flor
lis.
¿No es visible la degradación del cuerpo y la mente de
los trabajadores, ni la acumulación excesiva de capital en las diferentes
fracciones de la burguesía, agraria, comercial, industrial y financiera?
¿Acaso no son
clérigos y administradores fracciones de explotadores del trabajo colectivo, de
la bondad innata del trabajador? ¿No niegan ellos, por esta causa, la reducción
en diezmos e impuestos, la libre opinión, la libertad de asociación, los cargos
público electos y revocables, de retribuciones iguales a los de los
trabajadores, en Ayuntamientos, parlamentos provinciales y en el Parlamento
Nacional, donde el Soberano ha de legislar para el ciudadano que contribuye al
bienestar común, pero que se exima de hacerlo para el lujo de los aforados por
casta de profesión, sangre o de dinero?