Pero por otra
parte, parece que nos acercamos rápidamente a un impasse tal que se debería
implantar una extensión muy considerable y muy precisa de autoridad colectiva.
Esto parece ser que implicaría, por una parte, una reducción general de las
horas de trabajo y, por otra parte, un intento de absorber la comunidad una
porción de aquellos valores sociales que ella crea. Con respecto a los valores
del suelo, se puede anticipar que las autoridades locales democráticas los
asegurarán para el beneficio del pueblo mediante todos los medios que puedan
encontrarse adecuados.
Con respecto a
las grandes combinaciones de capital, la acción estatal puede tomar uno de estos
tres rumbos. Puede prohibirlos y disolverlos; puede imponerles impuestos y
controlarlos o podría absorberlos y administrarlos. En cualquiera de los casos
se admite, ipso facto, la teoría socialista, pues cada una de estas posturas es
una confesión de que es conveniente ejercer un control electivo sobre el capital
industrial."
"Y ahora
finalmente ¿cuál es la política inmediata que tanto los que estudian
racionalmente la economía como los genuinos reformadores sociales tendrían que
adoptar?. Su lema debe ser: Nulla vestigia retrorsum. Ningún paso
atrás".
Aunque para los fabianos haya un estadio científico y
universal que transita desde la irracionalidad a la racionalidad, que a través
de las enajenaciones de la historia encarnará la forma democrática del Estado y
con él la razón democrática, no dejaban de advertir que el capitalismo
industrial competitivo era una voluntad minoritaria dentro de la historia, que
su práctica empresarial interrelacionaba causas y efectos fundamentales para el
incremento de la riqueza social.
Esa correlación
de causas y efectos se daba de un sector acumulador de capital a otro que
provocaba un efecto amplificador en las inversiones productivas y por tanto en
la producción de las condiciones de la riqueza material y en su distribución. La
comprensión de la interrelación de los sectores productivos es de fundamental
importancia para la comprensión de la evolución de la producción, el consumo, y
por tanto de la sociedad.
La división
social del trabajo, en sectores industriales y comerciales que multiplican la
escala de producción y su diversificación en valores de uso, se aceleró durante
todo el siglo XIX, y con ella las combinaciones de capital constante y capital
variable: la productividad y la demografía de la clase social
productora.
La primera
fase del capitalismo industrial de competencia llega hasta 1830, donde la
industria algodonera, la representante de la revolución industrial en Inglaterra, en
su calidad de industria motriz, estimula a las industrias químicas, la
construcción mecánica, la edificación, el armamento etc.
Las ventas de
tejido de algodón en millones de yardas es en 1820 de 128 para Europa; América
latina, Asia y África de 80; India 11. En 1840 de 200, 529 y 145
respectivamente. Estas cifras de crecimiento de la producción y de la
productividad están originadas en unidades
de producción con una composición del capital cuya base es el capital variable,
masas de trabajadores que aportan cantidades de trabajo simple e
indiferenciado.