-Dije que los bárbaros sólo fueron contenidos por Milcíades. En
cuanto a los romanos, fácil es comprender que no eran esencialmente invasores,
porque hicieron conquistas provechosas y durables, al revés de los verdaderos
héroes, que todo lo conquistan y nada conservan.
"También es conveniente observar que la Roma de los reyes no
admitió a los extranjeros como soldados, hasta que en tiempo del bondadoso rey
Servio Tulio, poco satisfechos los ciudadanos de disfrutar ellos solos el honor
de las fatigas y de los peligros, invitaron a los extranjeros domiciliados en la
ciudad. Hay héroes, pero no pueblos heroicos, ni ejércitos heroicos. El soldado
sólo avanza bajo pena de muerte. El servicio militar fue odioso hasta entre los
pastores del Lacio, que ganaron para Roma el imperio del mundo y la gloria de
los dioses. Tan pesados y molestos juzgaban los arreos, que su nombre, arumna,
significó pronto fatiga, cansancio agotamiento, miseria, desdicha, desastre.
Bien conducidos, resultaban, si no héroes, útiles jornaleros y soldados; poco a
poco invadieron el mundo, y lo cubrieron de carreteras y de malecones. Los
romanos no perseguían la gloria, porque no era su fuerte la imaginación. Sólo
sostuvieron guerras por intereses de los cuales no podían prescindir. Fue su
triunfo el de la paciencia y el de la sensatez.
"Déjanse arrastrar los hombres por la influencia más poderosa.
Entre los soldados, como entre todas las muchedumbres, la influencia más
poderosa es el miedo. Avanzan contra el enemigo porque de todo lo que temen, es
lo que menos temor les causa.
"El arte de la guerra consiste en ordenar las tropas de tal
modo, que no puedan huir. Los ejércitos de la República vencieron porque se
mantenían con extremado rigor las costumbres del antiguo régimen, relajadas en
los campamentos de los aliados. Nuestros generales del año segundo eran
sargentos La Ramée, y hacían fusilar diariamente media docena de reclutas para
infundir aliento a los demás; como dijo Voltaire, "les comunicaba así un impulso
patriótico".