I. LA CONCIENCIA CRÍTICA RADICAL
Los que son llamados corrientemente "los intelectuales" (como si formaran un grupo social homogéneo) acaban de adquirir una dolorosa pero rica experiencia.
Mejor informados que muchos otros (dejando a un lado los hombres públicos, los políticos) o más sensibles, han resistido ante los acontecimientos de una manera novedosa. En razón misma de la falta de actitudes meditadas y de reacciones advertidas en otras categorías sociales, ellos han creado sus órganos y sus organismos propios. Han tenido sus corrientes de opiniones claramente distintas. De inmediato, han querido pesar en la balanza política más de lo que le permite su peso social real y su influencia efectiva. Han querido obrar, no tanto como individuos esparcidos en agrupaciones y formaciones diversas, sino como grupo específico (justificando así a posteriori esta denominación que se les había inflingido de un modo a la vez vago y peyorativo: "los intelectuales").
Han aspirado, más o menos claramente, a una política de la inteligencia, es decir, una política de la "inteligentsia". Consideraban por lo general esta política como revolucionaria y sobre todo como introductora, en la vida pública, de sus propios empeños de claridad, de verdad y de justicia.
Este esfuerzo no ha sido en vano, en el terreno de la información. No obstante, sobre el terreno de la eficacia política. el fracaso es nítido, acerbo.
Si existe una inteligencia política, no puede haber una política de la inteligencia, y todavía menos de la "inteligentsia" (que no constituye una clase social, a menos que represente una fuerza social). Los intelectuales interesados han conocido pues esta amargura: haber errado tanto cuando en principio tenían razón; verse brutalmente golpeados a causa de su comprensión de los hechos v los acontecimientos.
Esto no significa que sea menester dejar de obrar políticamente junto a la clase obrera, ni suspender los esfuerzos concertados para revalorizar ante las masas y en el corazón de los revolucionarios el ideal comprometido a la vez con el "stalinismo", por su postura acusatoria, y con la "destalinización" abortada.
Con todo, conviene extraer lecciones de este fracaso, y su significación. Para la reflexión crítica se abre paso la idea de que la función propia de los intelectuales se ejerce precisamente sobre el plano de los "valores", de la cultura, del arte; en términos marxistas, de las superestructuras. Allí, en ese terreno, ellos pueden introducir sus preocupaciones y crear algo nuevo, como intelectuales, individuos y agrupaciones. ¿No deben retornar hoy a esa función creadora, con más fuerza lúcida, con más claridad, beneficiándose de las experiencias recientes?