Esta pura descripción (fenomenológica) del presente se compromete así en una contradicción. Supone una actitud, la actitud que permanece en apariencia exterior a la descripción. La autenticidad de lo vivido arriesga implicar el engaño más grande: todos los engaños. La ironía, la distancia, el recelo desaparecen desde que se los cree instalados en lo vivido. Objetos y conciencias reducidas al presente por la hipótesis pierden su profundidad por una deliberada oscuridad o una ambigüedad formal.
Si examinamos las obras más válidas se advierte precisamente que se apoyan sobre mitos para poder representar el presente sin reducirlo (ejemplo típico: la pieza de Sartre HuisClos, en la cual lo sobrenatural se convierte en un espejo que refleja la profundidad real de lo vivido y por supercrecimiento el desengaño ante esta vana profundidad).
En resumen, dándose lo vivido su sentido propio, significa esto: preguntas sin respuestas. Todo es puesto en cuestión, y finalmente, nada. Todo es aceptado en lo vivido y como vivido. Lo existencial concebido como enteramente problemático da lugar a una serie de "problemas" sin soluciones, sin posiciones claras, sin lazos, y no constituye una "problemática" coherente.
e) Los géneros
Después de este análisis de las tendencias (ideológicas), vamos a esbozar un análisis de los géneros y de su estado actual.
Las dificultades de la novela como género son conocidas. Estas son parejas con su creciente éxito y su enorme sobre estimación en el sector literario. No ha sido sin razón que el género novelesco fue simultáneamente cuestionado por el surrealismo (en nombre de la poesía) y por cierto izquierdismo (como género específicamente burgués). La novela ha probado su vitalidad; corresponde a una necesidad, a muchas necesidades. Pero, ¿cuáles?
Su éxito entre el público se acompaña con un deterioro general que le imprime una significación y un valor ejemplar. Por una tendencia irresistible, la novela se reduce a la autobiografía (más o menos traspuesta) y a una variante del periodismo. Un estilo, un tono, una forma de relato, psicológico o descriptivo, la sostienen. La novela cae de lo alto de su grandeza y de sus ambiciones (formuladas teóricamente por Lukács). Se la quería épica. En realidad, el poder de construcción novelesca desaparece. En la literatura francesa, la última construcción válida, que responde al interés como categoría estética fundamental para la novela, se encuentra en Les Thibault, de Roger Martin du Gard. ¡Había más poder constructivo en Les Mystéres de Paris que en tal o cual ciclo novelesco o "novelario" de hoy! La novela "realista socialista" no escapó a este deterioro por el periodismo. Prácticamente, contribuyó a él. Su teoría no pudo definir convenientemente lo "típico"; osciló entre lo individual y lo característico, lo banal y lo único, lo medio y lo genérico. Si la obra de Sholokhov (especialmente El Don apacible) corresponde aún al deseo de expresar en un estilo y una composición épicas la totalidad de un momento, La Joven Guardia de Fadeiev y Los Comunistas de Aragón no responden sino mediocremente a esta inmensa ambición. Aun aquí, un dibujo prematuro no arribó más que a un formalismo, a un convencionalismo.