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Al volver a casa pasando por la plaza, los grupos se detienen para beber refrescos y comer fruta en los puestos con filas de bancos, servidos por negras vestidas con primor. No se considera de ningún modo incompatible con damas respetables sentarse allí a reír y charlar hasta una hora después del oscurecer. En verdad, aquí las damas regulan su conducta, y todo es como debiera ser siempre que ellas lo dispongan. Cuando la familia se divierte afuera, los esclavos de la casa tienen fiesta; se busca inmediatamente guitarra y arpa y los criados gozan en bailar, cantar o jugar al gallo ciego. Los negros limeños son buenos músicos y las mujeres cantan en coro armoniosamente y con buen gusto, aunque con poca o ninguna instrucción. las canciones amorosas son naturalmente favoritas, y especialmente recuerdo el estrambote y tres estrofas de una, constantemente pedida en sus alegres reuniones. La transcribo para mostrar el estilo general de tales producciones, pues no son indecorosas:

Tan ciega estoy en quererte,

Es tan grande mi pasión.

Que el breve rato que duermo

Contigo mis sueños son.

Y sabiendo que el quererte

Causa es de mi perdición,

Y el origen de mi muerte,

No sé por qué razón

Tan ciega estoy en quererte.

Mis tristes lamentaciones

Duros mármoles quebrantan;

No te cause admiración,

Pues mi adoración es tanta

Y es tan grande mi pasión.

Muévate la compasión

De mi dolor tan funesto;

Convénzate esta razón,

Pues cada vez que me acuerdo,

Contigo mis sueños son.

Los esclavos ciertamente llevan una vida muy feliz en Lima. Generalmente, hay muchos en todas las casas, con poco más que hacer para un sexo que apoyarse en el respaldo de las sillas de sus amas durante las comidas, y para el otro coser. El tratamiento que reciben los esclavos por parte de los españoles es la parte más amable de su carácter y forma violento contraste con el brutal de los portugueses. Durante mi permanencia en el Perú, nunca vi un látigo o un esclavo castigado. En Río de Janeiro la espalda de casi todos los esclavos está sajada con azotes aplicados por cualquier motivo.

Si la familia se queda en casa para recibir visitas por la noche, se sientan exactamente como por la mañana, con una bujía solitaria en el inmenso vestíbulo; de manera que al entrar, casi se imagina hacerlo a una iglesia, con un cirio encendido delante de un grupo de sagradas imágenes. La gente se acuesta muy tarde en Lima y extraordinariamente desagradable para un inglés es que ambos sexos duermen desnudos sólo con gorro en la cabeza.

 

El clero y sus repiques

 
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