La identificación de las estructuras narrativas debe partir
siempre de lo que el relato efectivamente dice, no de lo que el lector imagina
más o menos libremente durante la primera exposición. El lector debe fijarse
especialmente en aquellas palabras, frases, imágenes o puntuación que,
distribuidos a lo largo del relato, proporcionan pistas y direcciones. Así como
un detective analiza los detalles ocultos para encontrar al verdadero culpable,
el lector de la narración los examina para crear una interpretación.
Pero esta concepción de la lectura narrativa no debe hacer
perder de vista que tanto el lector como el detective parten de intuiciones, de
hipótesis nacidas durante la primera exposición, que esta suele ser más
emocional que las siguientes y que el arte moderno suele involucrar tanto la
racionalidad como la emocionalidad del lector o espectador. Y aunque depende de
cada uno el darle énfasis a una u otra de las facetas de la interpretación, hay
relatos cuyas estrategias discursivas buscan que sus lectores actúen
principalmente de una de esas maneras.
La organización de los eventos de un relato es un proceso que
el lector realiza durante la narración. Cuando se enfrenta a las primeras partes
del relato, el lector reordena las acciones del modo que le parece más de
acuerdo con el sentido común primero, y con las leyes que rigen el
comportamiento de los seres y objetos que conforman el mundo ficcional. Es
decir, primero reconoce las acciones en el orden en que aparecen en el relato
(discurso); después reordena esas acciones distinguiendo las más importantes
(argumento), y finalmente, identifica los conflictos más importantes y se los
representa de manera más formalizada y abstracta que concreta y figurativa
(estructura narrativa).
Estos modos previstos y convencionales de producir y de
consumir un tipo específico de discurso, constituyen los esquemas discursivos.
Estos son, pues, moldes para producir/consumir discursos que, a su vez, se
actualizan en relatos. La distinción entre "relato" (lo lingüísticamente
observable) y "discurso" (el acto de comunicación de un sujeto particular en una
situación particular), es que el sentido y la identidad del discurso emanan de
su relación con un esquema discursivo preexistente y de su vinculación con un
sujeto que se manifiesta en la identidad de un rol. Este esquema orienta la
producción y la recepción del discurso, pero no las determina totalmente, por lo
que todo discurso tiene una identidad precaria y distinta de la identidad del
esquema. El tránsito problemático del esquema a su realización particular,
produce innumerables puntos de fuga a partir de los cuales el sentido del
discurso se ramifica, abriendo nuevas e imprevisibles conexiones temáticas que
explican el carácter siempre inconcluso del proceso de la recepción.