Lo demás no ha de entusiasmar tanto a los lectores, ni me
entusiasma a mí. De cuando en cuando algún episodio como el de Zéuxis y los
Crotoniatas, alguna observación discreta y aguda, viene 4 amenizar la aridez de
los preceptos. Pero generalmente la sequedad del estilo, la abundancia de
divisiones y subdivisiones, las cuestiones escolástica y formalistas, y el
empeño de reducirlo todo a reglas menudas, cansan y hastían.
Divide Cicerón la oratoria, como casi todos los antiguos, en
invención, disposición, elocución, memoria y pronunciación; pero aquí
sólo se ocupa en la primera, discurriendo largamente sobre los estados de la
causa (conjetural, definitiva, general), y dando las reglas del exordio,
narración, división, confirmación, refutación y epílogo: todo con abundantes
ejemplos, algunos de ellos muy curiosos por ser de obras hoy perdidas.
Ojalá que estos fuesen todavía en mayor número, y menos las
cuestiones impertinentes, vg., la de averiguar si son cinco o seis las partes
del razonamiento; lo cual Cicerón discute con seriedad y en toda
forma.
Mucho nos asombra hoy el empeño de los antiguos retóricos en
someter a leyes los erráticos movimientos de la pasión o los tortuosos giros del
raciocinio forense, haciendo, (vg.) catálogo y enumeración de todos los recursos
que pueden mover al oyente a indignación o lástima; los cuales, según Cicerón o
sus maestros, son hasta diez y seis. Cualquiera diría que se propusieron
formar un orador como quien educa a un carpintero, y convertir el arte de la
palabra en un ejercicio cuasi mecánico, donde no el poder del ingenio sino la
destreza y el savoir faire diesen la palma. Culpa y no pequeña cabe a
este linaje de retórica en el nacimiento de aquellas escuelas de declamación
que, en tiempos de Porcio Latron y de Séneca, acabaron de dar al traste con
la oratoria latina, convirtiendo aquella magna et oratoria eloquencia,
que centelleó en el ágora de Atenas o en el foro de Roma, en una especie de
pugilato o esgrima de salón donde la juventud dorada se ejercitaba en tratar
temas falsos, monstruosos y fuera de toda realidad humana, en estilo tan
hinchado y enfático como los temas mismos.