El texto latino que he seguido es el de la magnífica edición de
Madrid, 1797, en la Imprenta Real que está dividida en catorce volúmenes
o impresa con tanto esmero y nitidez como las mejores extranjeras. Sólo en
algunos casos me he apartado de su lección para acercarme a la de otras
posteriores y, de todos conocidas, vg., la de Tauchnitz y la de Lemaire, y sobre
todo la de Orelli , que pasa por definitiva y que sólo adquirí cuando estaba
impresa la mayor parte de este volumen. Hubiera podido llenar algunas páginas
con variantes y comentarios filológicos sobre tal o cual pasaje, o a lo menos
justificar en cada uno de los dudosos la lección que he adoptado. No lo he hecho
por el carácter de esta traducción, que no se dirige tanto a los doctos y
humanistas, como a la generalidad del público, que se cuida poco de tales
discusiones, cuya utilidad, a pesar de esto, es innegable, siempre que no
degeneran en quisquillas y pedanterías. El que coteje esta traducción con el
original podrá ver hasta qué punto he acertado o errado en tal o cual
interpretación.
Llevado por mi amor a la concisión, he suprimido o abreviado
ciertas fórmulas de transición de que nunca o rara vez prescinde nuestro autor.
Así y todo, quedan hartas cosas en que puede ejercitar su paciencia el
lector.
Repito que entrego con mucha desconfianza este volumen, como me sucede con
toda obra trabajada a disgusto, y por tanto mal.