Quizá el estudio excesivo de la fidelidad y la adhesión a la
letra latina quitan a esta traducción gracia y energía; pero nadie tiene derecho
para desfigurar ni vestir a la moderna al autor a quien traduce. Una de las
cosas de que más me remuerde la conciencia es el haber usado (aunque
subrayándolos por lo común) algunos términos técnicos de retórica que no tienen
equivalencia casi nunca. Traduzco, vg., el infirmatio por debilitación
y no por refutación, ni menos por debilidad, cosas una y otra
muy distinta, y uso las voces definitiva, traslativa.. remoción del crimen,
asunción, negocial, y algunas otras palabras raras, sobre todo en los
nombres de figuras. Algunas de estas cosas hubieran podido expresarse por rodeos
más o menos largos; pero he preferido acercarme en lo posible a la nomenclatura
de Cicerón.
No menos me disgustan las repeticiones continuas de que esta
traducción está llena: repeticiones, de ideas, lo mismo que de palabras. ¿Y
querrá creer el lector que todavía he quitado otras tantas? Los vocablos
causa, género, exornación, y otros semejantes, ocurrían dos, tres y
cuatro veces en casi todas las páginas. No hay duda que los antiguos daban muy
poca importancia a ciertos defectos de estilo que hoy nos ofenden y chocan
sobremanera.
Otra de las dificultades (y está claro que no podía vencerla el
traductor) es la vaguedad y falta de precisión didáctica con que Cicerón se
expresa, resultado en parte de las malas condiciones de la lengua latina para la
enseñanza. Hallará el lector definiciones en que entra el definido o en que nada
se define, razones y argumentos que ni lo son ni lo parecen.
Fuera de esto, confesaré que hay no leves defectos míos, y
prometo corregirlos en una segunda edición, así por la que hace al estilo, como
en las distracciones o infidelidades al texto que yo haya pedido cometer. ¿Quién
puede lisonjearse de haberlas superado todas, y más en un texto que no le es
simpático? Pero como he observado que muchos juzgan y censuran las traducciones
sin haber hecho ninguna, ni conocer siquiera las lenguas clásicas, no dejaré la
pluma sin advertir que una versión, como fiel espejo que ha de ser del original,
debe reproducir todas sus desigualdades, incongruencias y asperezas, se pena de
degenerar en Imitación o paráfrasis. Para demostrar que una traducciones mala,
lo racional es hacer otra mejor, o intentarla siquiera: sólo así se palpan las
dificultades.