Donde le puesto mayor esmero ha sido en las introducciones, en
los ejemplos y en ciertos episodios y digresiones con que a veces ameniza
Cicerón los preceptos. Aquí se prestaba el texto a alguna mayor elegancia: no sé
si la habré conseguido.
El tomo que sigue compensará ampliamente a los lectores de la
molestia que haya podido causarles este. Comprenderá los diálogos del Orador,
el Bruto o de los esclarecidos oradores, y el Orador o del mejor género
de elocuencia. Sólo se comprende bien el mérito de estos tratados habiendo
leído antes los que doy en este volumen.
Las restantes obras de Cicerón pueden clasificarse en
Oraciones, Cartas, Tratados filosóficos, Poesías y otros fragmentos.
En los tomos de Oraciones, que serán por lo menos
cuatro, incluiremos todos los discursos políticos y forenses, aún aquellos de
que sólo se conservan fragmentos, y el de la Paz, que conocemos
únicamente en el texto griego de Dion Casio.
La colección de Epístolas abrazará, no sólo las
familiares (con las respuestas de los corresponsales), sino las dirigidas
a su hermano Quinto, a Ático y a Bruto, aunque la autenticidad de estas últimas
sea disputable. Se imprimirán todas por orden de fechas.
En la categoría de tratados filosóficos entran los
Académicos, el de Finibus, la Naturaleza de los Dioses, las
Cuestiones Tusculanas, la Adivinación, los Oficios, la Amistad, la
Vejez, la República (aunque muy incompleta y fragmentaria), las Leyes,
el De fato, las Paradojas y algunos retazos.
Traduciremos en verso las poesías, si tenemos
tiempo y humor para ello. No tienen nada de despreciables ni de indignas del
nombre de su autor.