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Á LOS QUE LEERÁN
Sale a pública luz en España, por vez primera, una traducción
completa de las obras de Marco Tulio Cicerón, príncipe de la elocuencia latina.
Con ser popularísimo el nombre del autor tanto o más que el de cualquier otro
clásico antiguo, mucha parte de sus obras (y de las mejores) estaban aún
intactas y vírgenes, entre nosotros. Es Cicerón un escritor de quien todo el
mundo celebra y admira algunos rasgos, quizá de los menos selectos, dejando en
olvido sus producciones más personales y características, más útiles para
conocer la sociedad romana, y más sabrosas y de más provecho dadas las actuales
aficiones literarias. Los recuerdos del aula nos abruman, y mucha gente no sabe
de más Cicerón que del de libro de clase, y le imagina como a un declamador
cuasi energúmeno, envuelto entre las nubes del Quousque tandem, enamorado
de la elocuencia teatral y de aparato, y puesto constantemente en escena. Nada
menos que eso: aunque haya en Cicerón amor excesivo a los recursos retóricos y a
la pompa del estilo; aunque su oratoria, sobre todo en los discursos políticos,
se aleje mucho de la austera sobriedad de Demóstenes, ni dejan tales defectos de
estar compensados con soberanas bellezas, cuales nunca las alcanza orador alguno
de la tierra, ni todas sus obras pertenecen a ese género. Cuando Cicerón diserta
tranquilamente de política, de filosofía, de religión o de arte oratoria; cuando
familiarmente escribe a sus amigos sin pensar en los aplausos del foro y del
Senado; cuando a su vanidad (á veces intolerable, aunque cándida, y después de
todo disculpable en un hombre que había hecho grandes cosas) de rey de la
palabra y de hombre público se sobrepone su alma de artista, y aquel simpático y
generoso amor que profesaba a la filosofía y al arte de los Griegos, de quienes
es el más aventajado expositor y discípulo; entonces (no dudo en afirmarlo) es
Marco Tulio el primer prosista de la tierra, y a la vez uno de los escritores
más agradables y a quienes se tomará mas cariño. ¿Puede compararse nada a la
plácida elegancia, serenidad y tersura, a la urbanidad discreta, a las áticas
sales', a la claridad y precisión, a la nobleza y rectitud de ideas, a la mezcla
delicadísima de erudición y buen juicio que donde quiera esmaltan los diálogos
del Orador, el Bruto, los Oficios, las Tasculanas, la
Naturaleza de los Dioses, los libros de Finibus, el Suegro de
Escipión o las epístolas Y ¿Dónde más variedad halago?
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De la invención retórica
de Marco Tulio Cicerón
ediciones elaleph.com
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