Es absurdo. Pero Freud es el maestro del mundo del cuarto de 
baño. Vive allí, ése es su templo. El arte se convierte en patología, la poesía 
se convierte en patología, todo se convierte en perversión. Si el análisis 
freudiano triunfase no habría Kalidas, ni Shakespeare, ni Miguel Angel, ni 
Mozart, ni Wagner, porque todo el mundo sería normal. Estos son gente anormal. 
Según Freud, estos son gente sicológicamente enferma. Los más grandes quedan 
reducidos a los más bajos.
Según Freud, Buda está enfermo -porque hable de lo que hable no 
es otra cosa que sexo reprimido.
Este enfoque reduce la grandeza humana a fealdad. Ojo con esto. 
Buda no está enfermo; en realidad, Freud está enfermo. El silencio de Buda, la 
alegría de Buda, la celebración de Buda -no es enfermedad, es el florecimiento 
completo del bienestar.
Pero para Freud la persona normal es la que nunca cantó un 
canción, la que nunca bailó, la que nunca celebró, nunca oró, nunca meditó, 
nunca hizo nada creativo, la que es simplemente normal: va a la oficina, vuelve 
a casa, come, bebe, duerme y muere; no deja ningún rastro de su creatividad, no 
deja ni una sola firma en algún sitio. Este hombre normal sería alguien muy 
mediocre, lerdo y muerto. Existe la sospecha de que como Freud no pudo crearse a 
sí mismo -era una persona sin creatividad- estuvo condenando la creatividad 
misma como patología. Todo parece indicar que era una persona mediocre. Es su 
mediocridad la que se siente ofendida por toda la gente grande del mundo.
La mente mediocre intenta reducir toda grandeza. La mente 
mediocre no puede aceptar que pueda haber algún ser más grande que él. Eso 
duele. Es una venganza del mediocre, todo este sicoanálisis y su interpretación 
de la vida humana. Cuidado con ello. Es mejor que el primero, sí, un poco más 
avanzado que el primero, pero hay que seguir, y seguir más y más allá.