No cambiamos tan fácilmente, ni lo debemos. La perspectiva de
aún el más sabio de nosotros no es suficientemente vasta como para asir
totalmente adónde estamos yendo o cómo debemos llegar allí. La fuerzas que
retardan el cambio, son igualmente tan sabias y sagradas como aquellas que
demandan que crezcamos a una nueva posibilidad. Enfrentando el misterio
intrínseco y la gracia del cambio fundamental, somos movidos a desprendernos de
nuestra ingenuidad y arrogancia acerca de llegar allí en nuestros términos.
La Realización (o Iluminación), la meta tradicional del
desarrollo espiritual, es cuanto mucho un principio. Las realidades, agradables
y duras de la vida permanecen, si bien con una completamente nueva comprensión.
Sí, nosotros ya estamos completos. Sí, crecemos solamente de completitud a
completitud. Pero también somos siempre incompletos, siempre evolucionando,
siempre cambiando. Así que nos movemos hacia adelante buscando crear una forma
de vida que honre nuestra posibilidad más elevada, el hombre personal no puede
ser desvalorizado frente al Hombre Espiritual ni este último traicionado por el
anterior. Y es este esfuerzo consciente a crecer entre estas tensiones, en
pararse en permanente equilibrio en este exquisito borde, que es para mí la
auténtica espiritualidad. La puerta de la realización y curación puede solamente
abrir una grieta, o nada simplemente. En todo caso, es finalmente un misterio.
¡No es más un logro personal que la pubertad!