Cuando estaba en quinto grado, tuve mi primera experiencia real
de educación en el verdadero sentido de la palabra latina educare, que significa
"dirigir hacia." El maestro dibujó una línea en el pizarrón y un saltamontes en
un extremo de la línea. Preguntó cuantos saltos le tomaría al saltamontes llegar
al otro extremo si saltaba la mitad del camino por vez. Levanté la mano y dije
"dos." Su silencio me dijo que estaba equivocado, y en un instante tuve mi
primera experiencia consciente de lo infinito. Por unos momentos contemplé
fijamente un abismo y algo profundamente adentro de mí cambió. El mundo nunca
más fue el mismo.
¿Es nuestro salto al otro lado un momento de identidad o un
esfuerzo sin fin para alcanzar algo al cual nos aproximamos constantemente y
nunca alcanzamos? ¿Trabajamos para alcanzar alguna meta o vemos la meta como
realizada aquí y ahora? Esta es la paradoja fundamental, el don y la herida de
la completitud. No es meramente una pregunta metafísica. Cómo cada uno de
nosotros responde a ésta pregunta momento a momento, en nuestra propia relación
a la vida, es la clave a nuestro estar vivos, a nuestra salud, a nuestra
inteligencia y a nuestra humanidad. Podemos no estar ya más en un momento dado
en la historia cuando podemos retirarnos a un monasterio y de esa forma limitar
las variables que asaltan nuestra vida personal para perseguir el despertar de
la consciencia más elevada. El despertar debe ser encarado en nuestro vivir
diario y convertirse en parte de la textura de nuestra cultura.
Es la esencia de la naturaleza egoica el luchar, esforzarse,
aspirar -sin embargo el despertar no es logrado por ningún esfuerzo basado en la
consciencia egoica. Una y otra vez en tanto nos entregamos al proceso
transformativo, las propias actitudes, valores y relaciones que han estado todo
el tiempo motivándonos y sosteniéndonos se convierten en obstáculos o se hacen
vacíos y sin sentido. Aún nuestro deseo de crecer espiritualmente o de ser
curados se hace demasiado seguro, demasiado fácil, demasiado "bueno." Nos hemos
cristalizado una vez más en otro nicho seguro, pero demasiado limitado para
nuestro "estar totalmente vivos."