Ya había penetrado la chalupa en aquella
ancha abertura de la costa, cuando el hombre blanco que iba sentado al lado de
Yáñez, y que parecía un guapo mozo de veinticinco o veintiocho años, de
contextura maciza, con la barba cortada a lo americano y que vestía el uniforme
de subteniente, preguntó:
-Capitán Yáñez, y si nos interrogan, ¿qué
vamos a contestar?
-Que llevamos víveres al fortín de Macrae
-contestó el Portugués, que había encendido otro cigarrillo. -¡Realmente, parece
que nuestra chalupa va cargada de todo cuanto Dios ha creado!
-Y así que hayamos Puesto borda con borda,
¿caeremos sobre ellos?