Envainó de nuevo el sable, aseguró las
pistolas en la faja, cambió una rápida mirada con Sambigliong, y, aparentando
una calma suprema, entró en el saloncito, iluminado por una linterna china de
papel pintado al óleo. Delante de una mesa ricamente servida se encontraban tres
personas: un capitán de marina, Tremal-Naik y Damna.