-¡Listos! -susurró Yáñez a sus hombres -.
¡En cuanto yo dé la orden, saltad a bordo!
En pocas brazadas, la chalupa se encontró
al lado de la barcaza, Yáñez y el americano pasaron rápidamente a bordo de la
segunda.
-¿Quién es el que manda aquí? -preguntó el
portugués, con voz imperiosa.
-Yo soy, señor -contestó, haciendo un
saludo, un indostano que llevaba en la manga los galones de sargento -. Usted me
perdonará, señor teniente, si he amenazado con ametrallarlos; pero el capitán
Moreland me ha dado órdenes severísimas, y no puedo permitirle que
desembarque...