Veinte minutos más tarde llegaban al pie
de la minúscula colina, que apenas tendría unos doscientos metros de elevación,
y en cuya cumbre se vislumbra confusamente una especie de pequeño torreón,
rodeado de casas y del recinto fortificado.
-Sí no están durmiendo o no son ciegos, a
estas horas ya deben de haber visto la luz de mi linterna -dijo el portugués -.
¡Ah, mí querido señor Moreland; Ya verás cómo te la juegan bien los tigres de
Mompracem Después de esto, Sandokan se encargará de tu barco, puesto que tienes
uno.
Un estrecho sendero en zigzag conducía
hasta el fortín,
Después de haber descansado un rato, para
que sus hombres reposaran, pues las cestas que llevaban eran muy pesadas, Yáñez
comenzó a subir, con el sable desenvainado.