-ˇBuena suerte, capitán Yáńez! -contestó
el americano.
El portugués volvió con Sambigliong y
nueve hombres más a la chalupa, y dio la seńal de partida.
La embarcación se apartó de la barcaza y
se dirigió hacia la playa, que se encontraba a trescientos o cuatrocientos
pasos, y contra la cual se estrellaba la resaca, extendiéndose las olas por ella
a lo largo de un buen trecho.
Los once hombres desembarcaron y dejaron
la chalupa en seco; cambiaron los parangs por las carabinas, y cargaron con
grandes cestos, que parecían muy pesados.