-Te concedo la vida, y te regalaré diez
libras esterlinas. Señor Horward, usted permanecerá aquí con dos de los
nuestros, y mientras regreso, encenderá usted la máquina. Necesitaremos la
barcaza dentro de algunas horas. El resto de los hombres se embarca conmigo.
Luego, volviéndose de nuevo hacia el
sargento, añadió:
-El fortín está en una altura, ¿no es
cierto?
-Frente a nosotros -contestó el indostano
-. Es la única elevación que hay en esta costa.
-Muy bien. Permanecerás prisionero hasta
que regresemos, y si estás tranquilo, te dejaremos libre en seguida. ¡Buenas
noches y buena guardia, señor Horward!