Esta conversación se sostenía a bordo de
una gran chalupa que avanzaba al impulso de doce remos y que iba ocupada por
catorce hombres, los cuales vestían el pintoresco traje de los cipayos de
Sarawak: un jubón de paño rojo, pantalón de tela blanca, un pequeño turbante,
también blanco, y zapatos de punta vuelta.
Doce de dichos hombres tenían un color de
tez muy oscuro, asemejándose mucho a los malayos, o, por lo menos, a los
dayakos; En cambio, los otros dos eran de raza caucásica, y vestían uniformes de
oficiales.
Todos ellos eran gente robusta, altos y
musculosos; cerca de sus respectivos asientos llevaban carabinas de fabricación
india, pesados sables de hoja muy larga y puñales ondulados, los famosos y
temibles kriss malayos.