Sin embargo, el rescate macro y microeconómico, primera etapa
de recuperación de los países en desarrollo, quizás por falencias en la
aplicación de las reformas, atribuible al gobierno justicialista, no fue lo
suficientemente ambicioso para lograr el desarrollo de la estabilidad social y
la protección de las fuentes de trabajo, visiblemente dedicadas a incrementar la
capacidad productiva, a expensa de la disminución de las capacidades de
absorción de empleados en dichas fuentes de trabajo. Ocurrió que las máquinas
reemplazaron desproporcionadamente a los hombres, por descuido, repetido, del
incremento previo de la educación y preparación de la mano de obra laboral.
Esas premisas, las privatizaciones de organismos y servicios
estatales, un tanto desreguladas y ciertas reticencias legislativas,
protagonizadas por una oposición política en ese marco, bastante
desracionalizadas y sectorizadas, actuando como "maquinas de impedir", fueron,
en conjunto, causantes del ascenso cíclico de los índices de desocupación y el
crecimiento de los problemas sociales, laborales e incrementos de pobrezas, que
afecta aún a la población de menores recursos. A ello se sumó, en la segunda
etapa del gobierno justicialista, una deficiente administración de los capitales
que ingresaron por razones de tales privatizaciones y cierta ineficiencia en la
orientación de dichos fondos, erróneamente retaceados en los organismos
responsables de los problemas sociales, educacionales y de seguridad
interior.