En otro orden, prioritariamente, los Argentinos debemos
comprender que la mayoría de las cosas buenas tiene costos; nuestro país todo,
en mayor o menor medida, está padeciendo en forma evidentemente, de los
previsibles efectos de la modernización y los avances tecnológicos, dinamizados
como absolutamente necesarios para la recuperación integral de nuestra capacidad
productiva.
Tales efectos, quizás, como ya hemos insinuado, resultado de
muchos años de políticas erróneas y despreocupación por incrementar la capacidad
intelectual y manualidad de nuestro pueblo, valga decir, atender a la elevación
del nivel de educación integral, nos presentan ahora otra especie de récord,
cual es, lisa y llanamente, la desocupación y/o desempleo persistente de
una significativa parte de nuestra población, en condiciones físicas y mentales
de trabajar. Obviamente, este impactante problema, lleva aparejado un incremento
de pobreza, mala distribución de los recursos monetarios e indignante
desigualdad entre los Argentinos.
Estuvimos y continuamos, según se ha dicho, ante una insidiosa
y persistente "lacra" social, que conduce paulatinamente al empobrecimiento y la
miseria de las clases medias y bajas, puesta en evidencia y explicada
estadísticamente por las encuestas semestrales efectuadas por órganos
competentes del Estado y algunos medios de comunicación social. Pero, en sentido
contrario, algunos otros medios, sectores y personajes ya descalificados, se
distraen y/o desconocen esta situación, la minimizan y persisten en irrelevantes
críticas e interesadas oposiciones políticas, sin aporte alguno de soluciones
viables. El resultado, si así se continuara manifestando a menudo, con
ligerezas, desinterés, tergiversando la realidad actual, puede constituirse
catastrófico, en el ordenamiento social y económico del país, tanto o más
peligrosos, que la ya vencida inestabilidad monetaria.