"Todo es porque soy tan feo" -pensaba el pobre patito cerrando los ojos, pero sin dejar de correr. Así llegó a un extenso pantano en cuyos bordes y aguas vivían patos silvestres; estaba tan cansado y tan apenado que se quedó allí a pasar la noche. Por la mañana los patos silvestres se acercaron volando para inspeccionar al nuevo camarada.
-¿Qué clase de animal eres? -preguntaron, mientras el patito se volvía a un lado y otro y saludaba lo mejor que podía-. ¿De dónde has salido, tan feo? Aunque eso en realidad no importa, mientras no pretendas buscar novia en nuestras familias.
El pobrecito no había pensado siquiera en buscar novia. Todo lo que pretendía era permiso para echarse entre los juncos y beber un poco de agua del pantano.
Dos días enteros permaneció allí. Luego vinieron dos gansos silvestres, mejor dicho, dos ánades. Como no hacía mucho que habían salido del cascarón eran petulantes en grado sumo.
-Bueno, camarada -dijeron-, eres tan feo que te hemos tomado simpatía. ¿Quieres reunirte con nosotros y ser un ave de paso? Hay por aquí cerca otro pantano, y en él algunas gansitas silvestres encantadoras. Eres bastante feo para probar suerte entre ellas.
En ese preciso momento: "¡Bang! ¡Bang!" resonaron dos estampidos en el aire, y los dos ánades silvestres cayeron muertos entre los juncos, tiñendo de rojo el agua con su sangre. "¡Bang! ¡Bang!", siguieron rugiendo las escopetas, y un revuelo de gansos silvestres se alzó por sobre las cañas, mientras los perdigones diseminaban la muerte entre ellos.