-¡Qué grandote es! -comentaban todos.
El pavo, que había nacido con
espolones y en consecuencia se sentía todo un emperador, se infló como el
velamen de un barco y graznó y graznó hasta que la cara se le puso roja. El
pobre patito estaba tan desconcertado que no sabía hacia qué lado volverse. Le
daba mucha pena ser tan feo, despreciado por todo el corral.Así transcurrió el primer día; luego las cosas fueron poniéndose cada vez peor. Al pobre patito no había quién no lo corriera o le diera empujones. Hasta sus hermanos y hermanas lo miraban mal, y decían a cada momento:
-¡Ojalá te agarrara el gato, antipático!
Hasta su madre dijo:
-Quisiera que estuvieras a muchos kilómetros de distancia.
Los patos y las gallinas lo picoteaban, y la muchacha que les traía la comida lo hacía a un lado de un puntapié.
Hasta que por fin el patito dio una corrida y un salto por encima del cerco, haciendo volar asustados a los pajaritos.