Hasta se alegró de haber pasado por tantas penurias y tribulaciones, que lo capacitaban mejor para apreciar ahora su actual felicidad, su nueva situación entre toda aquella belleza que acudía a recibirlo. Los grandes Cisnes estaban nadando alrededor de él, rozándolo al pasar con el pico.
Unos niños llegaron al jardín con pedazos de pan y granos que arrojaron al agua, y el más pequeño exclamó:
-¡Hay uno nuevo!
-¡Sí, ha llegado otro! -aprobaron los demás, aplaudiendo y saltando.
Luego corrieron hacia su padre y su madre, arrojaron más pan al agua, y uno de ellos añadió, coreado por todos: -¡Ese nuevo es el más bonito de todos! ¡Es tan joven! ¡Tan elegante!
El patito se sintió cohibido y escondió la cabeza bajo las alas. No sabía qué pensar. Era muy feliz, pero sin orgullo, pues su buen corazón nunca se dejaba llevar por ese sentimiento. Recordó cuántas veces había sido corrido y despreciado, sin soñar que un día iba a oír decir que era el más hermoso de los pájaros. Las lilas inclinaron sus ramas hacia el agua en su presencia; y el sol se puso más cálido y acogedor que nunca. Y él agitó las alas, alzó su esbelto cuello y dijo lleno de júbilo:
"Nunca imaginé semejante felicidad cuando yo era el Patito Feo".