Sin atreverse a decir nada, la mujer sirvió todas aquellas exquisiteces, y los dos hombres se dieron un hartazgo de asado, pescado y torta. Luego, Claus el Pequeño oprimió de nuevo la bolsa con los pies y volvió hacer chirriar el cuero de caballo.
-¿Qué dice el duende ahora? -preguntó el granjero.
-Dice -respondió Claus el Pequeño- que también ha formado por arte de encantamiento tres botellas de vino dentro del horno.
La mujer se vio obligada a sacar
también el vino, del cual bebió abundantemente el dueño de casa hasta ponerse muy alegre. Y dijo que le habría gustado tener un duende para él, como el que poseía Claus el Pequeño.