-¡Abre la bolsa!
¡Métete en mí lugar, y podrás ir al cielo directamente!
-Eso me conviene -respondió el
vaquero abriendo la bolsa y dejando salir a Claus el Pequeño-. Ahora
ocúpate tú del ganado -añadió introduciéndose
en la bolsa. Claus el Pequeño ató el nudo y echó a andar
arreando la vacada.
Un rato después, Claus el Grande salió de la iglesia. Se echó la bolsa a la espalda y sin duda la encontró más liviana, pues el viejo vaquero no pesaba ni la mitad que Claus el Pequeño.
"¡Qué liviano parece haberse puesto! Eso ha de ser porque yo entré en la iglesia y recé mis oraciones" -se dijo.
Luego se dirigió al río, que era ancho y profundo, y arrojó al agua la bolsa con el viejo vaquero dentro.