-¡Arre, mis cinco caballos!
-Yo arrearé los caballos por ti -dijo Claus el Grande. Y tomando una maza le dio en la cabeza al único caballo de Claus el Pequeño, de manera que el animal cayó muerto.
-¡Oh, ahora no tendré
ningún caballo! -exclamó llorando Claus el Pequeño. Pero un rato después desolló al caballo muerto y colgó el cuero al aire para que se secara.
Luego metió la piel en un bolso, se
echó éste al hombro y emprendió viaje hacia el pueblo más próximo para venderla. Pero el camino era largo, y había que pasar por un bosque oscuro y sombrío.
Mientras cruzaba el bosque, sobrevino una tormenta y Claus el Pequeño perdió su camino. La noche se echó encima, faltaba mucho para llegar y ya estaba demasiado lejos para volverse a casa antes de que oscureciera.