Junto al camino había una granja, con los postigos cerrados pero que dejaban filtrar luz por las rendijas.
"Puede que me dejen entrar
aquí a pasar la noche" -pensó Claus el Pequeño. Se acercó a la puerta de la granja y llamó.
Abrió la puerta la esposa del granjero, pero al enterarse de lo que deseaba el visitante le indicó que debía retirarse. Su marido no estaba en casa y no quería extraños en ella.
"Entonces tendré que echarme ahí afuera" -se dijo Claus el Pequeño, mientras la mujer del granjero le cerraba la puerta en la cara.
Próxima a la casa había una gran parva de heno, y entre ésta y el edificio principal un pequeño cobertizo con techo de paja.