-Fue a mi abuela a quien mataste en lugar de matarme a mí -repuso Claus el Pequeño-. La he vendido, y me dieron por ella un talego lleno de dinero.
-¡Pues te la han pagado muy bien -respondió Claus el Grande. Y regresó precipitadamente a su casa donde tomó el hacha y mató a su propia abuela.
Luego la colocó en un carricoche y
se dirigió en él al pueblo; buscó la casa del boticario y preguntó a éste si quería comprar un cadáver.
-¿De quién, y de dónde procede? -inquirió el boticario.
-Es mi abuela. La maté por un talego de dinero -fue la respuesta.
-¡El cielo nos proteja! Estás hablando como un loco. ¡Por favor, no digas esas cosas! Podrías perder el juicio.