-¡Chist! -ordenó Claus el Pequeño como si hablara con la bolsa, y al mismo tiempo la oprimió más con los pies haciendo chirriar al cuero de caballo con más fuerza que antes.
-¿Qué diablos tienes en esa bolsa? -preguntó el granjero.
-Es un duende. Dice que no tenemos necesidad de comer potaje, pues él con sus encantamientos ha llenado el horno de asado, pescado y torta.
-¿Qué dices? -estalló el granjero, y abriendo precipitadamente la puerta del horno vio las lindas cosas que su mujer había escondido. Y creyó que era el duende quien las había materializado para su especial beneficio.