Y ambos se fueron hacia el río. En cuanto las vacas vieron el agua se precipitaron a beber, pues tenían mucha sed.
-Mira qué prisa tienen -hizo notar Claus el Pequeño-. Están impacientes por volver al fondo otra vez.
-¡Bueno, ayúdame ahora! -exigió Claus el Grande-, o te pegaré.
Y se metió en el interior de una bolsa que venia sobre el lomo de una de las vacas.
-Pon dentro una piedra de buen tamaño -agregó-, no sea que la bolsa no se hunda.
-No tengas miedo de eso -respondió
Claus el Pequeño. Y tras colocar un gran trozo de roca dentro de la bolsa, le dio un empujón. Y allá fue la bolsa, con Claus el Grande dentro, al medio del río, donde se hundió hasta el fondo en un santiamén.
"Lo que temo es que no encuentre el ganado" -se dijo Claus el Pequeño mientras se alejaba arreando sus vacas.