-¡Oh, eso fue una pequeña
treta mía! ¿Recuerdas que te repetí las palabras de la doncella, acerca de que media legua más lejos, en el camino, encontraría mas ganado? El camino quería decir para ella el río, pues no puede ir a ninguna otra parte. Bien, pues yo conozco cada curva del río, y sé perfectamente que la distancia es mucho más corta si vas por tierra y tomas los atajos. Se ahorra así mucho tiempo, y yo podría alcanzar el ganado más pronto.
-¡Vaya, eres un hombre afortunado! ¿Y no crees que yo también podría hacerme de unas vacas si bajara hasta el fondo del río?
-Estoy seguro que sí. Pero yo no podría llevarte dentro de la bolsa hasta el río. Pesas demasiado para mí. Si quieres ir por tu pie hasta allí y luego meterte en la bolsa, yo te echaré al agua con el mayor placer del mundo.
-¡Gracias! -respondió Claus el Grande-. Pero si no encuentro ningún ganado cuando llegue allí, ten en cuenta que te daré una tanda de latigazos.
-¡No seas tan malo conmigo! -suplicó Claus el Pequeño.