Y así. Claus el Pequeño se vio en posesión de otro talego de dinero, y el hostelero sepultó a la anciana abuela como si hubiera sido la suya propia.
Cuando Claus el Pequeño llegó a su casa nuevamente con todo su dinero, envió al muchacho otra vez a casa de Claus el Grande a pedir prestada la medida para granos.
"¿Qué? -se dijo Claus
el Grande-. ¿Acaso no está muerto? Iré a cerciorarme".
Y se dirigió él mismo a llevarle la medida a Claus el Pequeño.
-Me pregunto de dónde sacaste tanto dinero -dijo, con los ojos agrandados de asombro ante lo que veía.