-Le pediré ese favor a mi duende -prometió Claus el Pequeño, oprimiendo la bolsa y acercando el oído como para escuchar lo que decía el duende.
-¿Qué dice?
-Dice que puedes abrir ese cofre que está en el rincón, y verás al diablo medio adormilado en la oscuridad. Pero sostén con fuerza la tapa, no sea que trate de escaparse.
-¿Me ayudarás a sostenerla?
-requirió el granjero, acercándose al cofre donde su mujer había escondido al sepulturero, que temblaba de miedo escuchando la conversación. Tras de lo cual levantó apenas la tapa del cofre y espió por la rendija.
-¡Ah! -chilló, dando un salto
hacia atrás-. Sí, vi el diablo. Se parecía exactamente a nuestro sepulturero. ¡Una visión horrible!