-¿Puede ese duende hacer aparecer al diablo? -inquirió el granjero-. Me gustaría verlo, ahora que estoy de tan buen humor.
-¡Oh, sí! Mi duende puede
hacer todo lo que se le pida. ¿No es verdad? -agregó dirigiéndose a la bolsa, que chilló más fuerte que nunca-. ¿No oyes cómo dice que sí? Pero el diablo es tan feo que será mejor que no lo veas.
-Pues no tengo miedo en absoluto. ¿A qué se parece?
-Bueno, pues el duende te lo mostrará bajo la forma de un sepulturero.
-¡No, por favor! ¡Te
diré que no puedo soportar la vista de un sepulturero. En fin, no importa. Yo sabré que se trata sólo del diablo y así no me horrorizará tanto. Me siento con todo mi valor. Pero que no se acerque mucho.