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     Dios, padre, que existes en las cabañas de los hombres; Dios, que existes en lo más íntimo de mi ser; Dios, donador de sus presentes y de mis goces de la vida; esto constituye la educación de la humanidad en esta creencia; esto es la fuerza de la Naturaleza, que fundamenta todas las creencias en el goce y en la experiencia.

     ¡Conmuévete, hombre! -llamo al pueblo; ¿no te conmueve el que predominen los postulados del bien? ¿Te consuela o tranquiliza que reine en todas partes la dicha o la desgracia? ¿No te consuelan los discursos de los sabios cuando te abrasan y destruyen las llamas de la miseria?

     Gozas de la educación de la Naturaleza dirigida a la creencia en Dios, cuando tu padre fortifica tu ser en lo más íntimo, tranquiliza tus días, acrecienta tu fuerza en el sufrimiento y te descubre a ti mismo en lo más íntimo la superioridad de los goces de la ventura.

     El pan que mi hijo come de mi mano educa su sentimiento filial, y no su asombro ante mis vigilias y mis cuidados por sus años posteriores. Muchos de los juicios que hace de mi conducta son aturdimientos que seducen su corazón y que pueden alejarle de mí.

     La sencillez y la inocencia, el puro sentimiento humano de agradecimiento y amor son la fuente de la creencia.

     La esperanza en la vida eterna se apoya en el sentimiento filial de la humanidad; la creencia pura de la humanidad en Dios no tiene fuerza sin esta esperanza.

     El golpe que el tirano asesta a sus hermanos, a los hijos de su Dios, conmueve en lo más íntimo a la humanidad.

     Ante la serie de sus víctimas, sus viudas y sus sabios gimen, se estremecen, perecen de hambre, creen y mueren.

     Si Dios es el padre de los hombres, el día de su muerte no es el día de la consumación de su ser.

     ¿Hay en ti, hombre, un sentido para la verdad? ¡Habla! ¿No lucha con el sentido de tu alma creer que Dios es el padre de los hombres y afirmar, sin embargo, que perece el ser de estas miserias?

     O Dios no es el padre de los hombres, o la muerte no es la consumación de nuestro ser.

     Hombre, tu sentido interior es la norma más segura de la verdad y de tu deber; ¿y dudas cuando este sentido te anuncia tan fuertemente la inmortalidad?

     Si crees en ti mismo, hombre, si crees en el sentido íntimo de tu ser, creerás en Dios y en la inmortalidad.

     Si Dios es el padre de la humanidad, sus hijos son inmortales.

     En lo más íntimo de tu naturaleza, hombre, se halla aquello que oye la verdad, la inocencia y la sencillez con creencia y adoración.

     Pero no todos los hombres poseen la inocencia y la sencillez.

 
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de J. E. Pestalozzi

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