¿No veis, hombres, no sentís, hijos de la tierra, cómo pierden vuestras clases elevadas en su educación sus fuerzas interiores? ¿No ves, humanidad, cómo su alejamiento del orden sabio de la Naturaleza les produce desdichas entre sí, y de ellos cómo pasan al pueblo? ¿No sientes, tierra, cómo se aparta la especie humana de la pura felicidad de sus relaciones domésticas, y en todas partes se dirige presurosa al teatro tumultuoso, brillante, para representar su saber y halagar su ambición?
La humanidad, extraviada, camina por lejanos derroteros.
Dios es la relación más próxima de la humanidad.
Hombre, no siempre tu casa y sus goces más refinados sosiegan tu espíritu.
Tu naturaleza dulce, buena y sencillamente educada, no tiene ninguna fuerza para sufrir sin Dios la autoridad, la tumba y la muerte.
En la creencia en Dios como padre de tu casa, como origen de tu dicha -Dios como padre tuyo-, encuentras el sosiego y la fuerza y la sabiduría con los que no te conmueven ni el poder ni la tumba.
La creencia en Dios es la concordancia del sentimiento humano con las relaciones supremas de su naturaleza; es el sentido filial de la humanidad, que confía en el sentido paternal de la divinidad.
La creencia en Dios es la fuente del sosiego de la vida; el sosiego de la vida, la fuente del orden interior; el orden interior, la fuente del justo empleo de nuestras fuerzas; el orden en la aplicación de nuestras fuerzas, la fuente de su desarrollo y de su educación para la sabiduría -y la sabiduría es la fuente de toda la felicidad humana.
La creencia en Dios es, pues, la causa de toda la sabiduría y de toda la felicidad, y el camino de la Naturaleza en la educación pura de la humanidad.
Creencia en Dios, eres la humanidad subsumida en su ser; estás invariablemente firme en lo íntimo de nuestra naturaleza como fundamento de la educación humana, del mismo modo que lo están el sentido del bien y del mal y el sentimiento indeleble de lo justo y de lo injusto.
Creencia en Dios, eres la energía y la participación del pueblo; eres la fuerza de la humanidad en todo lo profundo y elevado, en todas partes.
Creencia en Dios, no eres el efecto y el resultado de la sabiduría educadora: eres el puro sentido de la sencillez, el oído de la inocencia atento al llamamiento de la Naturaleza, cuyo padre es Dios.
El sentido filial y la obediencia no son el resultado y el efecto subsiguientes a una educación realizada; más bien han de ser fundamentos anteriores y primeros de la educación humana.
El asombro del sabio ante la profundidad de la creación y su investigación en los abismos del Creador no constituyen la educación de la humanidad en esta creencia. El investigador puede extraviarse en los abismos de la creación, y puede vagar perdido en sus aguas, lejos de las fuentes del mar insondable.